Consecuencias de la sociedad tecnológica y de la inmediatez

¿Avance?

Todo puede serlo, bien utilizado; mientras que lo mismo, sin consciencia, puede ser el peor arma que tengamos entre las manos.

Permíteme la expresión, pero a veces me pregunto si nos estamos volviendo ”tontos”.

Te invito a quedarte porque lo que viene a continuación afecta a todos… Últimamente me cuestiono bastante sobre los llamados avances de la sociedad y tengo mis reticencias. Pienso que esa expresión, más bien hace referencia a los avances en el más puro y estricto sentido técnico, de evolución en cuanto a mejoras estructurales, recursos y tecnología, pero a un nivel de desarrollo personal creo que no tanto…. Lo que observo a menudo es lo siguiente. Analicemos:

Falta de autodisciplina. Desconexión interior y de los tiempos naturales. Más ruido fuera. Impaciencia, no saber esperar. Irritabilidad si no se consigue algo a la primera. Velocidad. No sólo impaciencia, si no Inmediatez, traducido en: querer algo, buscar, hacer un click, pagar, pasar a lo siguiente. En 24h en casa. Antes era más así: salir, buscar, dar mil vueltas, no encontrar, encontrarlo pero no ser exactamente lo que se busca, volver a buscar, con suerte, encontrar, y si no, hay que conformarse con el que no acababa de encajar o directamente idear una alternativa.
Y no me malinterpretes, obviamente todo esto tiene sus ventajas y está genial disfrutar de la tecnología y los avances, de los aportes y amplitud de posibilidades que nos permite -es evidente que a nivel de salud y otros aspectos es fantástico que haya estas mejoras, no es cuestión de quedarse parados en el tiempo, no estoy hablando de esto- pero ¿nos paramos a pensar realmente en las repercusiones del “mal” uso o en el uso abusivo de ello? Hablo de la tecnología del día a día, al alcance de nuestra mano. Por ejemplo: si eres alguien que en los últimos años se ha acostumbrado a hacer la compra online, ¿cuánto te molesta o te “interfiere” tener que ir al mercado, al súper o a la tienda que sea en busca de lo que necesitas? Nos estamos volviendo tan cómodos que lo que vamos/estamos trasladando a las siguientes generaciones, sin darnos cuenta, es de lo que más se les critica: ejercer la ley del mínimo esfuerzo. Que lo tengan todo a la de ya. Y que estén delante de pantallas durante horas recibiendo una compensación inmediata segundo a segundo probablemente no es la mejor contribución que se puede hacer.

¿Recuerdas cuando para conectarte a internet tenias que esperar un rato hasta que se establecía la conexión? -repito, no es cuestión de volver a eso-. Ahora con un click tienes toda la cartelera a tu alcance. Y por no hablar, justamente, de lo que todo esto hace a nuestra salud (porque aquí, no hay avance en la salud), tanto mental y emocional, como física: más problemas de visión, efectos de la radioactividad de llevar una antena todo el día pegada, mayores molestias en las manos, además de usarlas en menor escala, menor trabajo manual -directamente relacionado con el desarrollo de la inteligencia…

Sin embargo, a día de hoy, con todas estas evidencias, aún es mucha la gente que dice “pero ¿qué vas a hacer? ¿privarlos y separarlos de todo ello?” como quien no tiene ningún tipo de elección o de decisión en gestionar esto. No, no se trata de meternos en una cueva, pero sí se trata de ser responsables de que igual que no le daríamos una pistola a un niño -y sí, me permito el extremismo, porque todavía no hay suficiente consciencia de la gravedad de lo que aquí expongo- le podemos limitar el uso y si todo el mundo obrase de igual modo, la famosa frase de “pero es que todos sus amigos lo hacen” se acabaría. El problema es que los primeros que tienen este uso normalizado son los adultos.

La realidad, no obstante, es esta: cada día crece más la demanda en las consultas por adicción -sí, como la adicción a las drogas, al alcohol o a cualquier otro factor del que dependa tu sensación de bienestar- a las pantallas en la población infantil. Se me ponen los pelos de punta… ¿te imaginas a un niño adicto a la cocaína? No, porque de eso se les protege, ¿por qué no hacemos lo mismo con las pantallas, y con muchos de los valores que querremos que tengan pero no se trasladan? Nuevamente, hablemos de la realidad: el cerebro y el sistema nervioso de un niño en desarrollo, su capacidad cognitiva de gestionar el sistema de recompensa, entre otras muchas funciones, no están suficientemente evolucionados como para manejar semejante bombardeo de estímulos que funcionan como premios. Y esto, después se refleja en toda una serie de conductas, comentadas al inicio, que los adultos serán los primeros en señalar (también en tener) y, probablemente, castigar o culpar al niño, el cual lo único que hace es reproducir lo que ve y hacer lo que en otros momentos sí se le permite.

No me gusta generalizar, pero sí hay que hablar de tendencias generales. Y el caso es que la sociedad se está volviendo tan demandante que no se tiene paciencia ni con la gente que nos rodea ni con el entorno. Incluso con los más allegados… “es que te he escrito y no me contestas” y quizá sólo han pasado unos minutos u horas, en los que olvidamos que la persona tiene su vida y que, por suerte -en realidad-, el móvil no es un apéndice del cuerpo para llevarlo siempre pegado. Por desgracia, si no lo trabajamos ni lo hacemos consciente, acabamos creyendo que sí que lo es. (No voy a entrar en la cantidad de heridas que este tipo de interacciones también despiertan a nivel emocional… ¿Cómo se hacía antes, cuándo se dependía de una cabina y de confiar en que la otra persona apareciese a la hora y en el lugar acordados? Tampoco entraré en lo que el crecimiento de la tecnología en general, sin medida puede conllevar).

Entonces…. ¿AVANCE? Para unas cosas puede que sí, pero ¿a nivel personal, interrelacional? A veces creo que es un avance en una carrera hacia atrás. Porque sin ser usada con sentido y con el cuidado que requiere, con la consciencia que se necesita, esto se nos va de las manos. Pienso que el avance real es ser dueños de lo que nos habita en el interior para gestionar lo de fuera, acontezca lo que acontezca, no tener que depender de nada, ni siquiera de la tecnología, sin excusarnos detrás de un “vamos en esta dirección y no puedo hacer nada por remediarlo”… Con esa respuesta seguirán creciendo las consultas por cosas totalmente evitables por nosotros. Una vez más: la ley del mínimo esfuerzo, la falta de autodisciplina -y por tanto, disciplina en los que vienen detrás-, dejar de lado la responsabilidad y seguir culpando a un “ente social” del que parece que nadie es responsable a título individual.

El retroceso es no poder ver la realidad tan evidente que tenemos delante, no poder adaptarse a las circunstancias que no controlamos o actuar reactivamente ante ellas cuando no se satisfacen las necesidades inmediatas, cediendo todo el poder a agentes externos. Por tanto, como decía, se suelta la responsabilidad de la propia autogestión y es exactamente lo que se enseña a aquellos que vienen detrás. Y sobretodo, que aunque muchas veces genera puentes entre las personas que tenemos lejos, también se permite que genere distancia con las que tenemos a 5cm.

¿Tomaremos consciencia de esto? El tema da para mucho -muchísimos- más, pero esta ya es una píldora bastante extensa y cañera como para reflexionar un buen rato y que cada uno formule su propio criterio.

Mírame de frente y dime si no has soñado con un mundo, diferente.

El verdadero cambio comienza en la privacidad de tu paz.

Lettering por @somos.cuanticos

De alma a alma,
Gracias por compartir este (otro largo) ratito de reflexión,
B.

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