Crianza Consciente

Una Nueva Era

De respeto, amor, autoconocimiento y cuestionamiento propio, de liberación y sanación para crear vínculos sanos.

Seguido de la mano de la psicología transpersonal, esta crianza encaja muy bien con esa concepción del ser humano desde una visión más humanista y global, de ser sabedores del mundo interno que cada uno tiene.
En este camino, “darse cuenta” y traer a la luz los procesos personales que se transitan es de vital importancia para abordarlos y sanarlos. Cuanto mejor nos encontremos los adultos responsables, mejor estarán nuestros niños y niñas.

La crianza o educación consciente parte de tener en consideración la propia infancia de cada madre y cada padre, así como de los procesos que se viven en esa, y en las consiguientes etapas de la vida, puesto que todas las vivencias (conscientes e inconscientes) se revelan y reflejan en la relación con las almas más pequeñas de la casa, y especialmente en la relación mamá/papá- hijos. Muchas veces nuestra propia mochila emocional, a menudo sin atender, nos (de)limitan en nuestros actos y maneras de relacionarnos con nuestros peques. Ser consciente de ello y trabajar en uno mismo permite que les podamos dar el lugar de igualdad y respeto que merecen, desde el amor y el cariño, en un estilo educativo más justo y honesto con estas personitas que son mucho más que “sólo niños”. Es necesario que acompañemos sus procesos sin que los nuestros interfieran —o que lo hagan con el menor impacto posible—, en su desarrollo, poniendo sanos límites, amorosos y firmes, que aporten seguridad, tanto en sí mismos como en los adultos que tienen de referencia —aunque esto es extensible a toda la sociedad, pero de eso ya hablaremos más adelante— con la intención de acompañar el crecimiento de cada niño y de cada niña para facilitar la expansión del potencial con el que han venido a desarrollarse. Para todo ello es necesario cultivar la comunicación asertiva y la escucha activa, especialmente primero, en el propio alma de cada ser, para elegir coherentemente lo que queremos trasladar. 

La crianza consciente ofrece la posibilidad de actuar con la consciencia necesaria para favorecer un entorno seguro y de confianza, o al menos trabajar en esa dirección. Esto dista de la realidad de creer que esta educación consiste en ser un padre perfecto o una madre perfecta, o, como a veces se confunde, con que sea un estilo de educación flexible y permisivo sin miramientos o “un movimiento para hippies”, como en alguna ocasión he llegado a escuchar. Va más allá de todo eso, una vez más, se trata de sentir y sentirse. Se trata de cuidar  nuestra energía y la de ellos, en pro de su bienestar y máximo desarrollo de capacidades y autonomía, tanto física, como cognitiva y socio-emocional; siempre respetando la tríada Alma-Cuerpo-Espíritu. 

En realidad, esto consiste en ser un equipo, de dar cabida a las equivocaciones humanas entendiéndolas como lo que son: parte del proceso de aprendizaje. Se trata de caminar junto a los peques sin jerarquías, a excepción de la que marca la propia responsabilidad de hacernos cargo del papel que tenemos como adultos —el adulto no puede olvidar su lugar de experiencia y conocimiento que debe ejercer para ofrecer el modelo adecuado a esa personita que está aprendiendo— y el propio respeto entre personas que se aman y se desean lo mejor, en ambas direcciones.

Es dar voz al niño, y al igual que a nosotros en nuestro propio proceso, hacerle partícipe del suyo mismo es necesario para cultivar esa consciencia desde la infancia, ofreciéndoles la oportunidad primero, de desarrollarse en todo su potencial, y segundo, de ser el adulto también consciente y responsable de su propio mundo interior cuando llegue el momento, creando su vida a raíz de tomar sus propias decisiones.

Los adultos somos el intermediario entre ellos y el lienzo que tienen por delante, y podemos ofrecerles toda una paleta extensa de colores, como una naturaleza primaveral que se despliega ante ellos y nosotros, o simplemente podemos quedarnos en darles la gama monocromática blanco-negro que limita y acota dichas posibilidades…; sólo aquello que se les ofrece se les podrá pedir y sólo aquello que pongamos a su disposición con nuestro ejemplo, se convertirá en la oportunidad real de que integren el mensaje. Por tanto, la coherencia es clave. 

Somos los agentes del cambio que estábamos esperando, somos los que preparamos la Nueva Era. Nos pasamos la vida esperando que sea el de al lado el que ejecute el cambio, exigimos a otras personas que hagan lo que no nos paramos a hacer y nos quejamos de lo mal que lo hicieron las que llegaron antes. La realidad es que la acción empieza en nuestro interior y en nuestra pequeña parcela.

Puedes empezar a dibujar con tu acción y permítete expandirte en tu naturaleza, acompáñales desde ahí: aceptando, creciendo y abrazando a tu niño o niña interior, liberando las resistencias y arrojando luz una vez más: esta vez a ti como papá o como mamá, y a tus hijos e hijas en su caminar.

De alma a alma,
Gracias por reflexionar un ratito conmigo,
B.

Anterior
Anterior

El Niño Interior

Siguiente
Siguiente

Psicología Transpersonal